Advertencia: El siguiente relato contiene un lenguaje que puede ser considerado inapropiado, grosero o vulgar.
♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦
Sin Estocolmo
Era una
patética bola de carne y huesos desgarrados, su bolsa de carne para desgarrar.
Respiración que se convulsionaba en chillidos a medio morder el colchón, la
clavícula entumida después de tres semanas con las manos esposadas en su
espalda. El hedor del semen, ácido y comida china sacudiéndole la cabeza para
vomitar.
¿Se
escuchaba algo? El taconeo de botas militares que se avenían y desvanecían con
el nacimiento de nuevas invasiones. Porque eran dildos o anillos o embutidos o
piñas. Pero eso era todo, siempre a la ausencia de caricias, susurros,
nalgadas, latigazos o lametones.
Cayó al
secuestro y el sexo lúdico sin ver nunca de quien se trataba. El sonido de las
cadenas oxidadas arrastrarse le crispaban los nervios, siempre dejaban marcas
de dolor en los muslos y los brazos. Y tras miles de mareos, dolencias
vomitivas y comida precocinada; entendió que el mundo estaba enfermo por propia
convicción.
¿Se miraba
algo? Tras varios parpadeos una amplia caja negra del que era preso, muros
angulares, un abismo infinito por techo, gruesas cortinas cenizas que devoraban
hasta el más tímido atisbo de luz. El colchón hediondo del que sólo sentía las
costras de sustancias secas rozar por su vientre.
Y lo cierto
es que no podía exigir explicaciones a lo que no ve ni escucha, nunca escuchaba
gemidos, ni nombres, con suerte juraría que alguna vez su sometedor bufó
intentando tragarse un estornudo.
Antes de
ponerle seso para descubrir que día podría ser en ese momento, el taconeo
reaparece, y tras ellas una risa dulzona de perversas promesas. Sintió que el
colchón se hundía, el aliento seco con olor a chicles de menta agolpaba su
nuca.
—Buena
niña, ¿ves cómo todas las heridas cicatrizan?— Una gutural voz le provocó un
sobresalto. Parecía un ente cavernoso, sediento y salvaje. Una mano apresó los
sucios y pastosos cabellos cobrizo que desde hace muchos días dejaron de oler a
ese discreto aroma de manzanas.
—¿P-por qué
m-me haces e…?— Para su horror, se dio cuenta que ni siquiera podía hablar
bien, sus cuerda vocales se desgarraron después de la segunda semana de
encierro, ahora lo que quedaba era un débil hilo de voz chillón e
incomprensible.
—Cariño,
¿recuerdas lo que le dijiste alguna vez a mi hija antes de que muriera?— El
pánico le apresó, de repente en los recuerdos de su vida anterior a la
oscuridad emergieron en desorden y con mucho ruido. Su tierna amiga de quince
años reía con una perlada sonrisa infantil y al segundo siguiente aparecía una
foto de ella en el periódico, completamente desnuda y con sus desorbitados ojos
mirando la cuarta dimensión.
—¿Q-quién
e-ere…?
—Yo sí me
acuerdo, le dijiste: “Al final todos somos víctimas de la venganza o el amor”.
Sintió su
mano maciza resbalar por debajo de las
costillas, tropezar con el ombligo y tomar con toda su palma la entrepierna.
Una superficie plana, callosa y lacerada que aún le robaban lágrimas frustradas
y trabalenguas de bestiales venganzas.
—¿Qué se
siente no poder violar a las niñas de la escuela por falta de testículos, Emilio?
Me gusto ese desenlace... ojala y le hicieran eso a todos esos hdp xD...
ResponderEliminarYo preferiría que le hicieran eso a las organizaciones narcopolíticas, ellos lo necesitan con más urgencia xD. El escrito iba a ser para un concurso que debía contener la violación y venganza, pero como no llenaba el requisito de 800 palabras al final no participé.
Eliminar