Bueno, éste es el segundo ejercicio que hago de la Guía para la Aprendiz de Escritora. Me tardé un poco más de lo que creía, en parte porque no tengo paciencia para revisar, no me gusta releer lo que escribo a menos que me haya gustado o que me sienta insegura sobre algunos detalles ortográficos, de lo contrario me siendo ansiosa. El ejercicio consiste es escribir un párrafo de lo que se me ocurra, y a continuación que escriba otros cinco párrafos corrigiendo o cambiando detalles del primero. Dando un total de seis párrafos hechos.
Al final, sentí que lo que he escrito es más un relato corto. Pero bueno, creo que el objetivo es que llame la atención, así que supongo que estará bien. Tampoco tengo planeado poner los seis párrafos aquí, sólo pondré el primero y el último, para que se vea la diferencia con las modificaciones que le hice.
Reescribe el comienzo de una historia.
Párrafo No.1
Una víctima había muerto, murió por equivocación, por ingenuidad. El impostor conocía sus consecuencias, sabía que robar identidades y pasarse por ahí realizando indiscreciones cuasi políticas y criminales suele llevar a la muerte por los talones. No conocía al occiso, ni siquiera conoce su nombre, simplemente tomó su cara, su forma y esas pálidas líneas en su que se arrugaban con una tenue alzada de cejas. Le llaman de muchos nombres, pero nadie nunca ha sabido quien es. Su cuerpo no cambia, sencillamente tiene un timbre de voz en una frecuencia inclasificable, y que tal frecuencia aturde por completo a la mente, lo deja ciego, confuso y a merced de aquella voz de sirena. Sus palabras se vuelven aguja e hilo en el cerebro, pero su voz nunca alcanza a los escépticos ni a los sordos. Su poder es más bien algo un poco inútil, ya que el proceso de aturdimiento sólo afecta las áreas que se encargan de interpretar la visión que la persona percibe. Por eso sólo puede engañar a la gente diciendo mentiras sobre su apariencia. No es algo realmente inútil cuando sabes en que momento desde activar “la voz”, ya que requiere de un específico acomodo y tensión de cuerdas vocales. Para ser un impostor, uno tiene que saber cuándo soltar la lengua para deja fluir el engaño.
Párrafo No.6
Una víctima ha muerto por equivocación, ingenuidad colectiva. Su impostor frecuentaba esas consecuencias: las de robar identidades ajenas mientras realizaba indiscreciones de índole criminal, moral o político. Desconocía a sus occisos, no hay ni un nombre grabado en su mente cuando éste cumple su función. Lo único que necesitaba era “tomar” su cara, forma y esas invisibles líneas que le arrugan la frente con una tenue alza de cejas: así da pie su jugarreta. Le dan muchos nombres, pero nadie sabe quién es. Su cuerpo no se transfigura, es el funcionamiento del timbre de voz en una frecuencia inclasificable, y que tal acción aturde por completo a la mente presa. Lo deja ciego, confuso y a merced de aquella voz de sirena. Sus palabras penetran como aguja e hilo más allá del cráneo, al cerebro. Pero su voz no alcanza a escépticos y sordos. Su poder es básicamente inútil, ya que el proceso de aturdimiento sólo afecta áreas específicas que se encargan de interpretar el sentido de la visión y audición. Por eso sólo se puede engañar a la gente con mentiras sobre la apariencia de los objetos y personas. No es un poder inútil cuando sabes en que momento y con qué palabras activar la “voz”, se necesita un acomodo y tensión específico de las cuerdas vocales. Para ser un impostor, uno tiene que saber cuándo soltar la lengua y dejar fluir la ilusión de su engaño.
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